El cine musical tiene su época dorada entre los años 30 y los años 60 del pasado siglo cuando cumplía un papel de bálsamo sanador ante las consecuencias de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Suponía un gran un alivio para una población de posguerra aquejada de un malestar generalizado y un enorme descorcierto. Su cenit podría fecharse en 1952 con Cantando bajo la lluvía que, al igual que ocurre con la actual y nominadísima La La Land, cuenta la historia de cómo unos jóvenes intentan abrirse camino en el complicado y competitivo mundo de la farándula hollywoodiense.
Lo verdaderamente notable es que ahora, cuando parecía que el género estaba del todo extinguido, La La Land lo recupera y, además, en un formato que había sido totalmente arrinconado: el cinemascope, quizás como un guiño nostálgico más.
La La Land es un musical que sigue la tradición más clásica del género pero que aporta novedades. No son demasiados los números musicales, cosa que parece comprensible teniendo en cuenta que sus protagonistas poco o nada tienen que ver con el mundo de la danza. La historia no es un mero pretexto para encuadrar los distintos numeros musicales sino que tiene peso por sí misma, tampoco el final es el que se podría esperar dentro del género pero salimos aliviados del cine aunque sólo sea por haber estado casi dos horas apartados del mundo que nos ha tocado vivir, no demasiado halagüeno a juzgar por la noticias que nos rodean por doquier.
Ficha técnica y críticas aparecidas en distintos medios impresos:
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